lunes, 31 de mayo de 2010

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO


La primera vez que leí El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, supe que en realidad me encontraba ante un libro muy cercano a la educación. Tal vez solo se trataba de la mirada de un maestro que quería ver algo que no era tal.

Estos días lo he vuelto a leer con más detenimiento, teniendo presente aquella primera impresión que me produjo. Pues bien, a pesar del paso de los años -o tal vez por ello- sigo pensando lo mismo. El guardián entre el centeno dirige inevitablemente mi interpretación hacia el mundo del estudiante adolescente, con las claves de la responsabilidad y la motivación. Ese tipo de motivación que tiene que ver con el deber, tan difícil de enseñar, tan difícil de apre(h)ender, y que configura el marco de responsabilidad -igualmente difícil de construir- que ha de dirigir nuestras acciones.

Holden Caulfield es el protagonista que pasea por el borde del precipicio una y otra vez, que sale indemne porque la suerte está de su parte en esa parte de la historia. Las relaciones de amistad son falsas o no son todo lo satisfactorias que quisiera, la familia está ausente, los modelos fallan, los consejos que obtiene de los profesores son contradictorios, su desmotivación ante la vida es notable, su responsabilidad... Como puede observarse, nada nuevo bajo el sol en la vida de muchos adolescentes.

Especialmente llamativo me resulta el pasaje en el que el profesor Antolini ofrece a Holden un papel escrito, preocupado por la deriva incierta de su pupilo:

"Lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella".


Antolini continúa con sus consejos:

"... pero en cuanto descubras adónde quieres ir, lo primero que tendrás que hacer será tomarte en serio el colegio. No te quedará otro remedio. Te guste o no, lo cierto es que eres estudiante. Amas el conocimiento.
[...]
"...verás que no eres el primero a quien la conducta humana ha confundido, asustado y hasta asqueado. Te alegrará y te estimulará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú ahora. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si tienes algo que ofrecer. Se trata de un hermoso acuerdo de reciprocidad. No se trata de educación. Es historia. Es poesía".


Estas hermosas palabras -que encandilan al docente que las lee- no hacen efecto, sin embargo, en nuestro protagonista. La razón es la disonancia existente entre los principios y los modelos, pues ciertamente la actitud del profesor respecto a Holden resulta a la postre sospechosa. ¿Qué valor, qué incidencia tienen nuestros grandes principios, nuestros buenos consejos, nuestras actitudes honestas en ciertos momentos de la vida de un adolescente, que interpreta con dificultades los cuadros que se le presentan?

Desde mi punto de vista, la historia es el anuncio de una chispa, de un fuego que se enciende en un momento determinado, y que parece tiene que ver poco con el desafortunado deambular educativo de Holden Caulfield. Cuando su hermana pequeña le pregunta que le diga una cosa que le guste, se muestra incapaz de hacerlo. De pronto, surgen las palabras de las que también nace el título del libro [eludo, no obstante, las polémicas habidas en torno a la traducción al español y que desde el inglés podrían abocar a otras interpretaciones]:

"... me imagino que hay un montón de críos jugando a algo en un campo de centeno y todo eso. Son miles de críos y no hay nadie cerca, quiero decir que no hay nadie mayor, sólo yo. Estoy de pie, al borde de un precipicio de locos. Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, quiero decir que si van corriendo sin mirar adónde van, yo tengo que salir de donde esté y agarrarlos. Eso es lo que haría todo el tiempo. Sería el guardián entre el centeno y todo eso. Sé que es una locura, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura".

Holden necesita una respuesta ante la provocación y acaba expresando sus intereses por extraños que puedan parecer. En este caso, nadie, ni sus padres, ni sus profesores, ni sus amigos, supieron pedirle que se mirara a sí mismo. Probablemente, tampoco habría funcionado si lo hubieran hecho. Ya digo que esta es una historia de una luz que no se sabe cuándo se va a producir. Pero una vez que ésta se ha hecho, puede decirse que se ha dado un paso de gigante. Y así, cuando se ha encontrado el motivo, no queda otra que ponerlo en práctica con honestidad. El desenlace es una decisión tomada por responsabilidad hacia su hermana Phoebe. Holden se comporta como el guardián entre el centeno. Lo que desconoce es que, sin pretenderlo, Phoebe ha actuado también como el guardián de su hermano, ayudándole a tomar un camino correcto.

A mi juicio este asunto es de enorme importancia para la educación. Más cuando hablamos de jóvenes con dificultades. Hay que creer que en un momento dado darán con su guardián, encontrarán su camino de vuelta y tratarán de actuar responsablemente. En realidad, los educadores, los padres, los amigos, seguirán realizando su aplicada labor. Pero de la luz, de la chispa, me temo que sabemos más bien poco. Queremos ser, nos creemos los guardianes, pero el verdadero guardián está oculto entre el centeno.

sábado, 29 de mayo de 2010

CIUDADANOS, POLÍTICA, CRISIS Y ESCUELA


Hace días que intento atrapar y ordenar ideas que me rondan a propósito de la crisis, la política, los ciudadanos y la escuela. No me resulta fácil. A primera vista parece otra manera de complicarse la vida, proponiendo relaciones “no aptas para menores”. Por otra parte, reconozco que he de hacerlo en un ejercicio de equilibrio socioprofesional y emocional, para no contaminar mi quehacer cotidiano. Digo contaminar porque me da en la nariz que asuntos tales como el trabajo de los políticos, la economía que afecta directamente a las familias o qué cosas sean eso de los derechos del ciudadano debieran permanecer alejadas de un aula dialogante y atenta a la actualidad, pues para eso ya están los programas de asignaturas donde se expresan, convenientemente cristalizados, aquellos conceptos que sin duda te ayudarán a interpretar el mundo, pero en cuya eficacia para transformarlo se confía cada vez menos.


Una de las razones para esa desconfianza es la inversión y perversión a la que son sometidos por parte interesada. Así, la solidaridad ya no es adhesión sino que se desarrolla por decreto impuesto; una huelga es un derecho de efectos perversos, anticuado y corto de miras; la política “se hace en las alcantarillas” [yo: y en las Diputaciones]; nunca mejor dicho: un ciudadano, (sólo) un voto; y las crisis caen del cielo cual maldición bíblica.


Me consta que hay profesionales que tratan abierta y honestamente todos estos temas y posibilitan espacios y tiempos para que sus alumnos dialoguen en torno a ellos. Hay comunidades educativas con larga tradición en el mantenimiento de actitudes críticas imbricadas con los diferentes elementos de su entorno inmediato. Mi pregunta es si en primaria y secundaria hacemos lo suficiente para entender el mundo que nos toca vivir y si ofrecemos al estudiante las herramientas y normas de uso que en un futuro le permitirán cambiarlo.


Por mi parte haré la autocrítica que me corresponde. A pesar de que llevo algunos años trabajando con mis alumnos la filosofía en el aula en primaria, rara vez se desarrollan indagaciones sobre la política y los políticos, sobre el significado del trabajo y los salarios, sobre las implicaciones del paro, sobre el significado de una huelga... Debo reflexionar sobre lo que intuyo como una cierta autocensura. ¿Se merecen nuestros alumnos que les escamoteemos la posibilidad de que hablen sobre ello desde sus experiencias cercanas? ¿Debe el profesor actuar inexorable y valientemente para promover ese diálogo?


Creímos que con la llegada de la democracia nominal estaba todo hecho. También en la escuela. Creímos que con educaciones para la ciudadanía varias estábamos formando ciudadanos libres desde el colegio. Pero en el camino hemos ido olvidando los referentes inmediatos y cambiándolos por simples acepciones que adquirieron nuevos significados no se sabe en qué momento. Entiendo que es el momento –en realidad siempre lo es– de propiciar una escuela crítica y, sobre todo, generosa con ella misma. En la escuela es necesario conocer el nombre de las cosas, pero también llamarlas por su nombre.

domingo, 16 de mayo de 2010

"CALIFICAR, CLASIFICAR, CASTIGAR"

Una expresión de malestar de un compañero respecto a la evaluación (@jlcastilloch en twitter) me ha recordado unas páginas que tenía marcadas sobre Foucault. No puedo estar más de acuerdo y mi interpretación va por ese camino: calificar es clasificar, evaluar es clasificar, comparar productos o procesos es clasificar. Es, en defititiva, colocar a cada uno en su sitio: en su clase, en sus aspiraciones, en sus proyectos... Eso, quiéranlo o no, conduce al castigo externo y visible, por un lado (expulsión del sistema, repeticiones...), y al interno y más difícil de detectar, por otro: culpa, ansiedad, depresión, inacción... Lo único que podemos hacer es minimizar el daño. Pero no sólo el que dirigimos al alumnado, sino el que nos provocamos a nosotros mismos. La evaluación es un arma de doble filo que hiere también al que la maneja. Y cada cual se cuida mucho de utilizarla de modo que no le duela (y algunos le ponen mango para jugar con ventaja). De ahí la dificultad de ponernos de acuerdo, de estandarizarla, de convertirla en el eje exclusivo (como bien se cuidan de repetir ciertos inspectores) de toda educación. Propone @jlcastilloch los tags #acogedor y #evaladebate en twitter. Es verdad, la evaluación, a pesar de la tesis de negatividad que le adjudico, ha de ser, para empezar, acogedora.

N.B.: En mi primer año de carrera, un profesor pidió que nos autoevaluáramos un examen y esa sería la nota que nos pondría. Un compañero, tan excelente estudiante como provocador y bromista impenitente, se suspendió a sí mismo a pesar de que el desarrollo de su prueba había sido brillante. El profesor no podía entender la situación: uno, "que me suspendas"; el otro, que "te tengo que aprobar". En realidad, siempre vi más apurado al profesor. Este trabajó sin mango y supo que el arma (en este caso utilizada en una situación algo absurda) se le volvía en contra.

P.D.: Absténganse los que quieran dejar comentarios del tipo "evaluación sumativa, formativa, etc. etc." Lo que nos duele no es el apellido, es lo que provoca (en unos y en otros).

lunes, 10 de mayo de 2010

MÚSICA: CREAR, COLABORAR, COMPARTIR, DIFUNDIR

Este es el resumen de una experiencia que hemos llevado a cabo en nuestro centro: Radio Araña Records. Las canciones del colegio.

Hemos tratado de pasar nuestro trabajo por nuestro "estudio de grabación" casero. Las letras de muchos de los temas se han creado colaborativamente. Aquí hemos cantado todos.

domingo, 9 de mayo de 2010

jueves, 6 de mayo de 2010

LAS FAMILIAS SE PRONUNCIAN SOBRE EL TIPO DE JORNADA

Ayer se celebraron votaciones en nuestro centro para que las familias expresaran su posición respecto a solicitar el cambio a jornada continuada. En otro post ya expliqué que en la localidad hubo una breve experiencia al respecto y que se recuerda positivamente.

La participación fue altísima: 84,7%. A favor de la jornada continuada se manifestaron el 66% de las familias; en contra, el 33%.

En el colegio nos preguntamos qué más necesita la administración educativa para regular las condiciones de elección de jornada. Al parecer, se creen depositarios de no sé qué esencias sociopedagógicas. Desde mi punto de vista sólo son empecinados, cuya actitud encaja difícilmente con decisiones democráticas tomadas por los propios protagonistas. La democracia y la autonomía, en cuestión de educación, parece ser otra cosa para ellos.

P.D.: Que me lo explique FAPAR.

miércoles, 5 de mayo de 2010

DISEÑO DE ACTIVIDADES DIDÁCTICAS

Vía jolaus descubro esta interesante aportación de Jordi Adell