miércoles, 17 de agosto de 2011

DAR CLASE CON LA BOCA CERRADA

Recientemente he podido leer este libro de Donald L. Finkel. Su lectura ha supuesto el inicio de un diálogo con mis concepciones sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje. Aunque está especialmente dirigido al trabajo con alumnos universitarios, estimo que sus propuestas son asumibles por otras etapas educativas. De hecho, he encontrado muchos puntos en común con el proyecto de filosofía para niños (FpN) desarrollado por M. Lipman y sus seguidores. Concretamente es el concepto comunidad de indagación el que actúa como eje central a partir del cual se desarrollan otros no menos importantes: comunidad de escritura, seminarios abiertos, talleres conceptuales... En nuestro colegio llevamos a cabo un programa de FpN dirigido a los alumnos de primaria en el que ponemos en práctica muchos de los procesos que se presentan en este libro. Me he ido convenciendo de que el método propuesto en FpN es igualmente válido en otras asignaturas y así lo he llevado a la práctica siempre que he tenido oportunidad. El objetivo principal es que los alumnos partan de sus propias preguntas e indaguen mediante el diálogo las soluciones a los problemas o cuestiones propuestas, que el profesor y la narración dejen de ser el centro del proceso y que los alumnos se conviertan en los verdaderos protagonistas de su aprendizaje.

El libro de Don Finkel incide también sobre esos aspectos a la hora de desarrollar las clases de literatura. El punto de partida es la la ineficacia de la narración. Que narrar sea el método más extendido en la docencia no asegura que sea el más adecuado ni el característico de la buena docencia. Narrar es ineficaz para enseñar las cosas que nos parecen más importantes. Hay que deshacerse de esta noción para poder vislumbrar otras formas de dar clase. Dar clase con la boca cerrada es ceder el protagonismo al alumno, escuchar con atención, dando valor al desafío que se deriva de lo imprevisible de la conversación humana que acontece de forma espontánea. Sin concesiones. El silencio del profesor, el incómodo silencio del profesor que no cede a las triquiñuelas de los estudiantes para que señale cuál es la respuesta correcta, cuál es el camino menos dificultoso (y trillado), es la contraposición a la verbalización predominante de cualquier momento de enseñanza-aprendizaje.

El método propuesto gira en torno al concepto de comunidad de indagación. Todo parte de la lectura atenta, cuidadosa, exigente, de parábolas, enigmas, paradojas y grandes libros.
  • El cambio a una enseñanza centrada en la indagación modifica la mayoría de los aspectos de la vida en el aula y permite al profesor enseñar con la boca cerrada. Es la indagación la que enseña (...) e induce a uno a aprender. Yo confiaba en aprender de la asignatura que puse en marcha, al igual que mis estudiantes. Y esperábamos compartir los resultados de nuestro aprendizaje con los demás.
El método complementario es el que denomina comunidad de escritura, pues es posible enseñar con la escritura y seguir manteniendo la boca cerrada. El alumno expone sus trabajos escritos al comentario de sus compañeros y, por supuesto, al de su profesor. Finkel nos habla de un cuaderno colectivo que deja en la biblioteca para que los estudiantes puedan leer las aportaciones de sus compañeros. (Evidentemente el autor no pudo conocer el alcance de una herramienta como un blog colectivo que favoreciera esta tarea. Nosotros sí). El trabajo del profesor en esta fase es ingente si se quiere hacer bien: escribir cartas personales a los estudiantes es otra forma que he descubierto para dar clase con la boca cerrada.

  • Una comunidad de escritura trabajará mejor en una asignatura si se apoya en un contexto de aula que descanse en dos suposiciones. La primera (...): que la asignatura se conciba como un lugar de indagación intelectual. La segunda suposición forma parte de la misma escritura: que la actividad de escribir ensayos sea entendida como un proceso de indagación intelectual. (...) Sólo cuando una profesora enfatice la parte comunitaria de la indagación y el carácter público de la escritura cuando se utiliza como herramienta docente, se descubrirá a sí misma echando en falta crear una comunidad de escritores en la asignatura.
Por otra parte, las características de la asignatura pueden exigir la aclaración y afirmación de conceptos sin los cuales sería imposible avanzar. ¿Es posible hacerlo con la boca cerrada? Finkel desarrolla sesiones que llama talleres conceptuales. Se trata de convertir productos del conocimiento en procesos que conducen a ellos.

  • Decidí enseñar a mis estudiantes el concepto de 'aporía' presentándoles un problema a resolver en lugar de explicarles directamente el concepto. Pero no me limité a darles un problema y dejarles sin saber qué decir. Fleté un viaje para ellos, y les puse postes indicadores en cada etapa. Es un arte dar con la cantidad precisa de guía en un viaje intelectual. Si demasiada, la profesora acaba impartiendo una lección magistral dándoselas de 'enseñanza activa'. Si escasa, los estudiantes se perderán, se frustrarán y no harán descubrimiento alguno. Para encontrar el equilibrio adecuado, una profesora debe conocer bien a sus estudiantes, así como su materia de estudio.
Hay otros aspectos muy interesantes en el libro que tienen que ver con la democracia en educación, con la autoridad y el poder, con el verdadero trabajo que han de hacer los alumnos (¿Qué es 'dar clase con la boca cerrada' sino negarse a hacer el trabajo que deben hacer los estudiantes por ellos mismos?), o con el hecho de impartir una asignatura con otro colega (una de las radicales e inusuales formas de dar clase con la boca cerrada).

Para terminar, quiero anotar dos asuntos de interés que pueden ayudar a centrar la lectura y a contextualizar el proyecto. El primero se refiere a las influencias reconocidas por Finkel: Piaget, Dewey, Rousseau, la figura de Sócrates a través de los diálogos socráticos de Platón, Freud, Hannah Arendt, Freire, Illich. El segundo aspecto, referido a la evaluación, también me parece importante:

  • En la universidad en la que doy clase (The Evergreen State College) nunca se dan notas; se reemplazan por evaluaciones narrativas por escrito que acaban formando parte del expediente formal del estudiante. Los profesores escriben ensayos breves que describen las fortalezas y flaquezas de los estudiantes, y sus logros concretos en la asignatura específica; no se les obliga a promediar o a colapsar todos esos detalles en un símbolo calificador, un número, una letra o una palabra. La ausencia de calificaciones en la universidad anima el espíritu de colaboración necesario para la indagación en grupo. Ésa es la razón por la que lo menciono aquí. Un profesor cuya institución le dispense de repartir calificaciones podría hacer bien persiguiendo una asignatura centrada en la indagación. Pero otro que no disfrute de esa opción no debe desesperar. Siempre que mantenga las calificaciones en un último plano y organice su asignatura de forma que la 'competición por las notas' se mantenga en un mínimo, un profesor no tendrá problema alguno en promover la indagación en grupo en su aula.

En todo caso, el libro aspira a iniciar una conversación... irrumpiendo en aulas auténticas. Una conversación así sería un ejemplo más de cómo la enseñanza puede tener lugar en ausencia de Narración.