jueves, 14 de abril de 2011

PARA VERNOS, PARA CONOCERNOS


A R. y a W. es difícil hacerles hablar; les resulta complicado. Tal vez sólo quieran más tiempo que el resto. A lo mejor, necesitan repetir las cosas más veces que los demás. Cuando encuentran maestras, maestros, que les dedican un tiempo exclusivo para ellos, parece como si todo comenzara a arreglarse. No descubro nada nuevo, ¿verdad? La atención específica es una de las bases de la atención a la diversidad. Pero, ¿por qué cuento todo esto ahora?

El trabajo que W. y R. han realizado con sus maestras se ha grabado en vídeo y se ha colocado en el blog del colegio. Además ha formado parte de la exposición sobre una fecha señalada, acompañando al panel de carteles. Todos los que han pasado junto a ese panel (padres, madres, profesores, alumnos…) han podido ver y oír el trabajo de R. y W. ¿Qué implicaciones tiene esta tarea?

Hacer visible el trabajo de los profesores y alumnos. Por si a alguien le quedaba alguna duda de que trabajar de la misma manera suele producir los mismos resultados, habrá que señalar que cambiando radicalmente la metodología de trabajo, obtendremos al menos resultados diferentes. ¿Que todo cuesta? Por supuesto, a unos más que a otros; pero no por ello hay que renunciar a la posible mejora. ¿Nos hemos dado cuenta de que R. y W. pueden articular un discurso comprensible? Así es. ¿Lo hemos averiguado gracias a un vídeo? ¿Podrán disfrutar de su trabajo cuando lo vean sus padres? A eso es lo que me refiero cuando hablo de abrir la escuela, ver la escuela. Que no queden ocultas las potencialidades de los protagonistas de la educación. Un blog tiene muchas virtudes. Una de ellas es la que se manifiesta como una gran fuente de aprendizaje entre iguales.

Pero hay más. Evidentemente, para R. y W. verse en un vídeo, del que saben que van a participar una gran número de personas, es razón más que suficiente para alegrarse, para saber que hacen bien las cosas, para conocerse a si mismos como alumnos que pueden hacer lo que hacen los demás. Cuando la felicité por su trabajo, lo primero que me preguntó R. es si el vídeo lo iba a subir al blog del colegio. Se mostró satisfecha cuando le dije que sí. Pero su autoestima ha subido notablemente cuando ha leído los comentarios elogiosos de algunos de sus compañeros, de sus profesores, de su maestra del curso pasado (“Eh, me ha escrito E.S.”)… R. y W. han leído esos comentarios y han respondido. Si les preguntas, te contestarán sin titubear; ahora sí tienen cosas interesantes que contarte.

Estos días se celebra el II Congreso Escuela 2.0 en Zaragoza. Se muestran experiencias educativas excelentes, innovadoras, avanzadas… La escuela 2.0 se nutre también de pequeños momentos como el que os acabo de relatar. Sin grandes proyectos, al trabajo cotidiano y bien hecho le hemos añadido la guinda de la participación y la de conocernos un poco más (todos). Casi na.

Para ver el trabajo de R. y W. (no os perdáis el making off).

miércoles, 13 de abril de 2011

CRÍTICOS, CREATIVOS, CUIDADOSOS (y II)

foto: records by art_es_anna

Cuando hablamos de que la escuela debe propiciar un pensamiento complejo o pensamiento de alto nivel, nos estamos refiriendo a un tipo de pensamiento crítico, creativo y cuidadoso (M. Lipman). Este pensamiento debe ser puesto en práctica probablemente a lo largo de toda la vida de un individuo. No existe entonces un lugar específico donde se señale la meta ni un tiempo determinado en el que deba iniciarse la marcha. El pensamiento complejo se convierte en proceso, en camino en el que la actividad primordial será la búsqueda, solos y en comunidad. Tal tipo de pensamiento genera productos, pero estos deben estar sometidos a continua revisión. En definitiva, se trata de indagar, como se viene haciendo desde hace siglos, sobre el bien, la verdad y la belleza. Y los más jóvenes también pueden hacerlo.


Alcanzar un pensamiento crítico supone iniciar la búsqueda de:

  • la buena pregunta, como núcleo central de toda indagación y proceso de búsqueda.
  • el lugar donde se instala el engaño.
  • el momento en que se afianza el prejuicio.
  • el valor, el valor dado, el valor cristalizado.
  • la resistencia, como revelación del coraje.
  • el diálogo, como método.

Alcanzar un pensamiento creativo supone iniciar la búsqueda de:

  • la metáfora: con especial dedicación a la imagen; y a la palabra por la palabra.
  • el absurdo: mediante la mezcla y la relación inverosímil.
  • el humor: entre la finitud y la infinitud; en torno a la inversión de papeles.
  • lo oculto: mediante el descubrimiento de la luz, la adivinanza y el juego.
  • uno mismo: mediante la explicitación de nuestra historia y nuestro proyecto de vida...
  • los demás: en espacios de colaboración imaginados; y en espacios para la praxis política.
  • el mundo posible: utopías y ucronías...
  • el movimiento imposible: entre mecanismos, diseños y proyectos...

Alcanzar un pensamiento cuidadoso supone iniciar la búsqueda de:

  • la diferencia y el otro, como fijación de nuestra mirada.
  • el lugar del dolor, como punto de partida.
  • el requerimiento, como identificación de la necesidad.
  • la compasión, como método.

domingo, 3 de abril de 2011

CRÍTICOS, CREATIVOS, CUIDADOSOS (I)


Del libro de Lipman, Sharp y Oscanyan, La filosofía en el aula, extraigo algunos conceptos básicos para discurrir de la mano del programa de filosofía para/con niños/as en la escuela:
  • pensamiento complejo: es el pensamiento consciente de sus propios supuestos e implicaciones, así como de las razones y evidencias en las que se apoyan sus conclusiones. El pensamiento complejo está preparado para identificar los factores que llevan a la parcialidad, a los prejuicios y al autoengaño. Conlleva pensar sobre los propios procedimientos de la misma forma que implica pensar sobre la materia objeto de examen.
  • pensamiento crítico: pensamiento que es autocorrectivo, sensible al contexto, orientado por criterios y que lleva al juicio; razonamiento y juicio sustentan el pensamiento crítico.
  • pensamiento creativo: pensamiento regido por el principio regulativo de la creatividad; creatividad: principio rector de aquellas prácticas que son sensibles al contexto, que hallan significado en los resultados de procedimientos de construcción válidos y que se centran en la adecuación innovadora de las partes y el todo.
  • pensamiento cuidadoso: otros prefieren el término cuidante. ‘Cuidadoso’ nos remite a cierta actividad, a rapidez y exactitud. ‘Compasivo’ parece apuntar a cierta suspensión de la acción, aunque bien puede decirse que es el primer paso, la toma de conciencia de que alguien puede necesitarnos. A menudo se habla de las ‘tres C’. En todo caso, y sin ánimo de sacrificar el significado a la regla mnemotécnica, creo que todos convendremos que hablamos de pensamiento cuidante, cuidadoso o compasivo cuando reconocemos al otro en dificultades, reflexionamos sobre el problema y acudimos en su ayuda de forma diligente (lo de la exactitud es otro cantar).


De Joanna Haynes quiero rescatar su comentario acerca de las llamadas habilidades de pensamiento o respecto a la asignatura de Educación para la ciudadanía:

«La incorporación de las habilidades de pensamiento al currículo es un arma de doble filo. Es importante evitar procedimientos formularios que se conviertan en rutinarios. Es necesario que la indagación y el diálogo estén firmemente anclados en la experiencia de los participantes. Una consecuencia de esta propuesta es que a los participantes jóvenes hay que darles mayor responsabilidad para decidir su agenda y uno debe poner en tela de juicio su propio poder y autoridad como adulto, sin renunciar por ello a la responsabilidad de atender y educar a los alumnos. El problema de cómo hacer frente a las propias responsabilidades no se soluciona nunca definitivamente y, por tanto, no debe perderse nunca de vista. La metodología docente asociada con la comunidad de búsqueda está en condiciones de introducirnos en este espacio de transición con estudiantes. Lo verdaderamente estimulante de este método de trabajo es que obliga a los profesores y a los demás adultos a cuestionar de forma permanente sus supuestos acerca del conocimiento, del aprendizaje y de todo lo que de verdad interesa. Utilizado como una fórmula, se desvirtúa. Tampoco ganamos nada si lo enfocamos como un programa susceptible de ser utilizado para abordar cuestiones políticas como la ‘enseñanza de la ciudadanía’» (HAYNES, Joanna: Los niños como filósofos. El aprendizaje mediante la indagación y el diálogo en la escuela primaria. Paidós, 2004, p. 77).


En efecto, el problema -como en tantas otras cosas- es que el método quede reducido a procedimientos formularios, en los que la rutina aherroja cualquier posibilidad de avance. No estoy muy de acuerdo con la última frase. Las cuestiones políticas pueden y deben ser tratadas también en la escuela desde los principios del diálogo y la indagación. Hace tiempo me preguntaba por qué nuestras escuelas se alejan con miedo de estas cuestiones. El pensamiento crítico no puede esconderse ni acotar parcelas intocables. En la escuela tampoco.

sábado, 2 de abril de 2011

TODO LO QUE APRENDÍ. AMOR Y METODOLOGÍA (III)


Seguimos con la 3ª parte de mi bioPLE. ¿Qué es eso del bioPLE? Traté de decirlo en un post anterior. La 1ª parte es ésta y aquí puedes leer la 2ª. Así que vamos allá:

Elegí letras, pues se decía que las ciencias eran para los más pitos y la autoestima no era cosa que se trabajara en aquellos tiempos. A veces me digo que todo lo que aprendí lo aprendí en aquellos tres años que pasé en Zamora, de los más felices que recuerdo.

Las cosas cambiaron radicalmente: libros de texto para cada uno, pupitres en filas, permiso para todo, nada de acudir a la papelera cuando el profesor estaba explicando -hecho que nos delataba rápidamente a los que veníamos de la laboral: Así que vienes de Cheste, ¿no?. Pues eso se ha acabado. Conocí las sesiones de estudio en las que no se oía ni el zumbido de una mosca. Recuerdo que, a pesar de mi carácter nervioso, me venían bien para organizarme el trabajo, preparme las tareas y los exámenes o simplemente para leer cualquier cosa. En la sala de alumnos escuchábamos música y siempre había tres diarios y alguna revista para leer.

Recuerdo los exámenes terroríficos a los que nos enfrentábamos. Pura memorización sobre apuntes y libros cuya extensión no habíamos conocido hasta la fecha. Me viene a la mente el tocho de ciencias naturales y su sección de geología. Una vez superado aquel examen, me convencí de que si pude con aquella barbaridad, podría en adelante con cualquier otra. No me equivoqué.

La literatura fue un descubrimiento. Pude realizar mis primeras investigaciones sobre un autor y una obra. La obligación era la de trabajar sobre una novela, una obra de teatro y un ensayo. Sin encomendarme a dios ni al diablo, elegí como novela La familia de Pascual Duarte. No me acuerdo del texto dramático, (¿Bodas de sangre?) pero el ensayo elegido -agárrate- fue La rebelión de las masas. Ni que decir tiene que no me enteré de nada. Por el contrario, el trabajo sobre Cela cundió más de lo previsto. Tanto es así, que en el último curso de magisterio, tras pasarlo convenientemente a máquina, logró una buena nota. En fin, misterios de la evaluación.

El latín y el griego los cogí con gusto. Me maravillaba el origen de las palabras y su evolución. Pero, sobre todo, llegué a comprender por medio del latín las estructuras sintácticas más complicadas.

A las actividades no lectivas se les daba la importancia que merecían. Por fin pude formar parte de un equipo de balonmano, con mis primeras zapatillas deportivas y camiseta distintiva. Acudíamos al cine del colegio, a certámenes de teatro... Conocimos bien la ciudad, que visitábamos con frecuencia. Allí gasté el primer dinero en un libro que nadie me había obligado a leer (La lengua y el hombre) y en revistas especializadas sobre literatura.

Seguí aprendiendo a convivir con gentes de otros lugares (y a tocar la guitarra), a oír sus dejes, su formas peculiares de tratarse -como los primeros hijoputa que se dedicaban algunos amigos andaluces, y que tanto me sorprendían-.

En fin, se pasó el bachillerato y aquel COU que me encaminaba hacia la filología y la literatura. Con ganas de entrar en la universidad, pero muy joven y desorientado; difícil decisión: dieciséis años no era una edad para empezar una etapa que debía resultar clave. Y menos en 1975.