Ayer asistí a una reunión de coordinadores
de formación de centros, la nueva figura creada por la Consejería de Educación
en Aragón. Parece ser que el Servicio Provincial de Teruel se ha hecho eco de las
inquietudes y dudas que surgen en los centros ante la nueva
reestructuración/desmantelamiento de la red de formación y ha optado -loable
gesto- por convocarnos para aclarar dudas y responder preguntas. Si tuviera que
hacer un resumen de lo allí vivido, lo haría en pocas palabras: perder tiempo y
dinero.
A mi juicio, todavía están en el aire muchas cuestiones. La mayoría de las planteadas
por el profesorado se dirigen hacia aspectos que preocupan de forma práctica e
inmediata: certificaciones, créditos, modalidades de formación, funciones y
reconocimiento de coordinadores, desplazamientos, recogida de firmas (¡!)… Algunos
de estos asuntos los deberá contemplar el esperado decreto de formación. En
este sentido, cabe señalar la inactividad, el bajo rendimiento, de los
responsables de educación en el Gobierno de Aragón, en consonancia con la línea
marcada por su jefa, L.F. Rudi.
Así nos encontramos con que
se ha desmantelado una red de formación sin tener idea cierta de lo que se
pretende, y se justifica haciendo valer la importancia de los centros a través
de la elaboración del llamado Plan de Formación de Centro. Como en realidad se
parte de una premisa falsa, la indefinición y la inactividad parece que brillan
sobre todo lo que ha de venir.
Todavía desconocemos cuáles
puedan ser los objetivos, los plazos, la estructura de dicho Plan. El asunto
sería grave si verdaderamente creyeran en él. Pero mucho me temo que tan solo
ha sido la excusa para deshacerse de lo que les molesta: la libertad del
profesor para elegir la formación que él estima conveniente para su práctica
profesional. Este tipo de profesor es sospechoso de navegar por cauces poco
explorados. Es cierto que el trabajo realizado por los antiguos CPRs, a la hora
de ofertar cursos, no ha sido todo lo eficaz que debería haber sido. Pero lo
mismo podría decirse del desarrollo de algunos seminarios y proyectos nacidos
de los intereses de los centros. Disfunciones que exigirían ciertos ajustes, si
bien se ha optado por deshacer o tal vez cambiar todo para que nada cambie. Ahora
se nos dice que este año va a ser un año de transición (¿otro más?). La
importancia del bien que han querido poner de manifiesto contrasta con la
lentitud e ineficacia, éstas sí manifiestas.
Nos quieren hacer creer que es el
centro el verdadero núcleo en torno al que diseñar la formación, pero esto es
completamente falso. La formación que se exige a sí mismo el buen profesional
surge de la reflexión de su práctica docente, en cuanto se propone ciertas actuaciones
para mejorarla. Así planteado, el centro como grupo de profesores hacia un
objetivo común de formación, tiene poco encaje con los intereses particulares,
tan legítimos como otros. Del otro lado, ¿cómo se soluciona el hecho de
que todos y cada uno de los componentes
del claustro puedan no sentirse obligados a participar en dicho plan? ¿Dando
“herramientas” al equipo directivo, como alguien proponía? La coerción
disfrazada de “herramienta” no da resultados en muchas situaciones, tampoco en
los momentos de formación. ¿Hace falta recordar la actitud mantenida por
personas que de una u otra forma se han visto obligadas a asistir a
cursos? La buena formación realizada por
un centro es la que intenta dar respuesta a un problema concreto. Mejor sin
esperar a que sea aprobada en un plan presentado. Sin ir más lejos, en nuestro
centro acostumbramos a llevar a cabo seminarios donde son los propios
participantes los que enseñan el camino a los demás (Web 2.0 y TIC, TEA, FpN…).
Trabajo que en muchas ocasiones es reconocido, pero que no lo es en otras.
Por otro lado, creo que se
confunden las líneas prioritarias propuestas por la Consejería (escuela
inclusiva, comunicación lingüística, competencias básicas, TIC) con el deseo de
que los centros hagan girar su formación en torno a las mismas. Pudiera darse
el caso de que la formación reclamada por un colegio no tuviera relación con
esas líneas prioritarias, viéndose disminuidas o negadas las ayudas de todo
tipo que pudiera prestar la administración educativa. ¿Se demanda en este caso
la formación desde los intereses del propio centro? Sin duda. Entonces, ¿por
qué no ayudar sin más? El otro asunto es el de la formación institucional,
restringida, para algunos. Tal vez porque cuesta dinero y el dinero no llega
para todos. Esta es una empresa en la que, reconociéndose el valor de la
formación, te animan a que te la busques y te la pagues tú. Y como no queda
otra, nos la buscamos con arreglo a nuestras disponibilidades. Y ahora, en
definitiva, nos piden que, en conjunto, en el centro, unifiquemos nuestras
disponibilidades, sin conocer las condiciones, sin saber las contrapartidas. En
un plan.
Un Plan de Formación de Centro
que tal vez pueda apartarse de lo que prioriza la Consejería. Me
gustaría que me explicaran para qué servirá más allá de recoger en papel los
deseos e intenciones. Señalaba una de las responsables que no quería que los
planes fueran arbolitos de Navidad donde se fueran colgando bolitas y que sólo
sirvieran de adorno. Pues bien, con estos mimbres, estas indefiniciones, esta
tranquilidad, vamos a llegar a Navidad con un plan muy iluminado. Adeste
fideles.